Hace ya algún tiempo me rondaba la idea de que quizás no habíamos sido lo suficientemente agradecidos con nuestros profesores al haber terminado Club de Niños. Todo esto lo pensé durante algunos años, pero por la vorágine diaria no era capaz de llevarlo a la practica. Me decía a mí mismo que debía decírselo, pues esas cosas no deben darse por supuestas.
Justo unos meses antes de que apareciera el blog, estaba en casa y me dije “lo tenés que hacer ahora mismo”, así que me puse a buscar en las guías de Argentina que están en Internet, los teléfonos de mis profesores. Recordaba los apellidos de casi todos: Larrivey, Scocco, Zabalet, etc. Intenté con Larrivey, que fue fácil ubicarlo, pero ese día no estaban en casa, así que dejé el recado pero no pude hablar con ellos. Luego seguí con Zabalet y para mi sorpresa, cuando pedí con el Profesor Alfredo, estaba en casa. Le dije quizás usted no se acuerde de mí, soy Gustavo Novo… apenas pude terminar mi apellido que del otro lado escuché el grito de, “Gustavitooooooooooo!!! pero como no me voy a acordar, cabezon!!!”. Me quede helado, después de casi 25 años no se había olvidado… y los recuerdos se agolpaban en mi mente.
No podría elegir entre uno de ellos, sería como elegir entre un padre y una madre, pero él representa para mi una excelente persona y profesor.
Pero me quedo con sus consejos respecto de la familia, los amigos y algo que me quedo grabado cuando se enteró de mi primer “novia”. Me dijo caminando hacia las cabañitas, con la mano sobre mi hombro, “tratala como quieras que traten a tu hermana”, me quede en silencio y eso jamás lo pude olvidar.
También recuerdo el llamado a mi casa luego de unos malísimos exámenes en la escuela, para pedirle a mi madre que por favor me dejara ir a Córdoba donde disputaríamos un cuadrangular, a lo que mi madre para mi sorpresa accedió.
Además nunca voy a olvidar las vacaciones que pasamos junto a los Larrivey, su familia y la mía en Lago Mascardi, fueron 15 idas espectaculares. Durante esas vacaciones que coincidieron con mi “época de enamorado”, vimos un poco de nieve mas arriba y le dije a mi viejo “subimos hasta la nieve, que quiero hacer un corazón?”… y allí nos fuimos. Como tardamos mas de lo debido, mi madre se preocupó y cuando llegamos tenía un cabreo monumental, pero nuevamente gracias a las gestiones del gran Alfredo nos libramos de una buena reprimenda.
Sé que también tiene sus particulares métodos de enseñanza, pues los “sufrí” junto a varios que también los recordaran, pero en la balanza de todos esos años, forman parte del anecdotario.
Hablamos seguido y tenemos pendiente un reencuentro en cuanto viaje a Argentina, pero a través de estas líneas deseo enviarle un gran cariño y un gran abrazo, a una persona que contribuyó a formarme como hombre y padre.
Gustavo