La segunda colonia de Vacaciones Felices (recuerden que la primera, con 27 niños “prestados” por empleados de Gas del Estado a la Gerencia de RH se había organizado en el Centro Deportivo Tigre, en el verano de 1961, como ya lo relatamos en los comienzos del blog) se organizó en el Barrio de Viviendas de Chelforó, provincia de Río Negro.
Ya manifesté mi ignorancia en cuanto a la necesidad “ingenieril” de establecer las plantas compresoras en el medio de la nada, con el agravante, en este caso, de tener que instalar todo un complejo habitacional a solo 70 kilómetros de una población estable, Villa Regina, en este caso.
Claro que la Ruta 22 no estaba pavimentada y mucho menos la que viene desde el norte, de la no muy cercana Santa Rosa, La Pampa, pero allí, muy cerca del río (el Negro) y con una estación ferroviaria donde de vez en cuando paraba algún tren, se estableció el mencionado barrio.
Por estar tan aislado, se lo dotó de Proveeduría (almacén, verdulería, carnicería y ferretería, todo en un solo salón) y al ladito, la sala de amasado y horno de la panadería.
También en dicho barrio vivía un médico y tenía una pequeña salita de primeros auxilios. Para completar el aspecto recreativo de los pobladores, se construyó un pequeño cine-teatro con capacidad para unas 80 personas.
Anecdóticamente, cuando en 1955 yo cursaba mi 4° año del secundario, en Rosario, compartí pensión de estudiantes con un muchacho de Villa Regina que nos contó todo lo que sabía al respecto, maravillado de esa pequeña localidad (lo ya mencionado, más 50 casas de dos y tres dormitorios y la “gamela” u hotel de solteros). Muy lejos estaba de imaginar que diez años después caería yo, en función de vicedirector de esa Colonia de Vacaciones Felices, “remolcado” por Miguel Barceló, mi compañero de Médanos que ante no sé que circunstancia, se quedó sin profe que ocupara el cargo. Así fue como me lo ofreció.
Nos instalamos entonces según el esquema ya relatado. Las niñas y profesoras, se alojaban en las habitaciones de la gamela y los varones, divididos por edad, ocupábamos tres casas, que para ese entonces ya estaban en desuso porque el personal necesario para hacer funcionar la Planta Compresora no debía ser muy numeroso.
Miguel Barceló y esposa, Lilí, habían sido designados Jefe de Barrio y Maestra Jardinera, respectivamente. Claro que también funcionaba allí una escuela primaria… casi lo había olvidado.
En ese verano de 1965, solito yo y mi alma (entre mucha gente desconocida que conformaban el equipo de cocina y mucamas, casi toda gente del mismo barrio y algún lugareño que vivía en alguna de las cinco casas del “pueblo” formado alrededor de la estación de ferrocarril, oficina de correos y pieza que hacía las veces de destacamento policial) debí organizar la comida y el alojamiento para los 60 acampantes y profesores que pasaban rumbo al Lago Mascardi. Hacían una parada en Chelforó para coordinar adecuadamente su llegada a Piedra del Águila donde una balsa a cadena cruzaba el Río Limay pero solo en horario diurno.
Al día siguiente, creo que sobre el mediodía, llegaban “mis colonos” a bordo de dos hermosas unidades de la empresa “El Valle” (decían que esos micros los compraron con el beneficio del contrato del año anterior, cuando habían sido los transportadores de todos los contingentes de Vacafeli).
Como anécdotas de esa colonia, recuerdo el desafío generado por lo colonos de 10 años para ver que grupo lograba hacer volar un globo de aire caliente (si, como esos que ahora se venden para las fiestas de fin de año). Claro que en esa época lo único que teníamos era “papel barrilete” y mucha imaginación.
El quinto día, a la hora de arriar la bandera, cada grupo hizo su intento. Tres grandes llamaradas indicaron a todos los presentes que había que “ajustar detalles”.
Al sexto día de la colonia… segundo gran fracaso de los tres grupos, aunque uno de los globos recorrió un par de metros antes de incendiarse.
Séptimo día, primer intento del grupo del Profesor Jorge Rico (santafecino, compañero de promoción del profesorado de San Fernando – este año cumplimos 50 años de egreso) y como tocado por una varita mágica, el globo de varios colores, con un fueguito mínimo… se eleva… supera la altura del mástil y sigue viaje…
Enorme algarabía del grupo ganador, desazón de los que no habíamos podido lograrlo… y unas risitas cómplices que nos hicieron sospechar.
Los apuramos y resultó que en connivencia con personal de la Planta, habían llenado con hidrógeno tres globos de goma, los habían insertado dentro del de papel y por ello la habían puesto un fuego muy chiquito. ¡¡¡Voló con trampa!!!
Para resarcirse, el mencionado profesor organizó, con el cine a oscuras, una “retreta del desierto”, de cada rincón y con una velita pequeña, tarareando la conocida melodía, se fueron desplazando hasta llegar al centro mismo, ante el asombro y delicia del resto de los colonos, profesores y personal del barrio, que era rigurosamente invitado a los fogones y veladas de la colonia.
De la colonia (instalada en la parte alta de una lomada) bajábamos al río, en una caminata de unos dos kilómetros. Sobre un brazo del Negro, ancho pero poco profundo, con su característico suelo mezcla de canto rodado y tierra negra. Barceló, ayudado por las motoniveladoras de Vialidad Nacional, había acondicionado una pequeña playa. Más arriba, en la parte segura donde nunca llegaba el agua, el campamento.
Allí cada grupo pasaba dos noches, haciendo las actividades propias de campamento.
Teníamos unas famosas reposeras “aprietadedos” que exigían una precisa instrucción: sentarse con los brazos (y manos) hacia delante, de modo que si la reposera se cerraba no les agarre los dedos.
Tuvimos la muy desagradable experiencia de confundir el aceite de la ensalada con el detergente de lavar los platos y la desesperación de ver a la lechuga y el tomate en un mar de espuma incomible.
Teníamos la “modernidad” de un generador que alimentaba unas 10 lamparitas de 110 y nos permitían estar bien alumbrados por unas dos horas.
Teníamos una “balsa” que Miguelito había construido con cuatro tambores bien soldados y cubiertos con una mesa de ping pong en desuso.
Teníamos un ritual de “guerra de barro” entre los que estaban en la balsa y los que estaban en tierra firme.
En fin…TENÍAMOS VACACIONES FELICES!!!
¿Alguien lo duda?