Cruzar el puente colgante era una especie de aventura única, tal vez porque al hacerlo, la cercanía al club era ya una realidad (tan solo 2 o 3 cuadras) y el corazón nos comenzaba a latir más rápido. No era lo mismo usar este puente que el de la calle Lima.
Cabe recordar que su mantenimiento tuvo épocas desastrosas, con muchas tablas ausentes, y problemas de estructura, lo cual tornaba muy peligrosa la cruzada. Y claro que esto empeoraba drásticamente si en el medio del puente, algún irresponsable empezaba a moverlo de lado a lado y de arriba hacia abajo, haciendo crujir las maderas hasta decir basta. También estuvo clausurado por un tiempo largo, hasta que un buen día lo arreglaron bastante bien y nunca más dejó de funcionar.
Fernando "Pachanga" Maniera, Vero de Pablo y Gaby Carral...
De alguna manera, los días eran mejores si llegábamos al club desde ese lado del río. Por ejemplo los días de semana en verano, tal vez significaba que habíamos viajado en el 60 o el tren, lo cual nos daba la libertad de boyar en forma continua toda la jornada, en lugar de estar corriendo alrededor de la cancha de fútbol bajo las órdenes de algún profesor del verano y con 38°C de temperatura. En invierno, si era durante el cross de los sábados a la mañana, quería decir que al fin estábamos por llegar al portón de entrada, con la lengua afuera y sin aire, ya apenas empezando el fin de semana – que salud! O tal vez para una escapada a las costas del Tigre, la vía mas directa era el puente colgante, pasándolo sin mirar mucho hacia la izquierda, como para evitar ser vistos por algún profe que justo de casualidad estuviese en Milberg observando la escena, a orillas del Reconquista.
Gaby, Felipe Giovannetti y Vero...
Analizando un poco las imágenes, esto no parece exactamente ser una preocupación para esos cuatro juveniles, que hasta se detuvieron a sacar fotos para el recuerdo. Al día de hoy, se desconocen los motivos que tuvieron para salir del club aquella vez, pero según informantes, se sospecha que la idea de los muchachos era llevar a las chicas a un concurrido telo de la zona del Puerto de Frutos. Lógicamente jamás lo lograron… no ellos dos, al menos.