Adeeentro!!!

Por Laura Cappa

Mas allá de los actos del club, con sus luces, decorados y vestuario, había otros eventos que merecen su lugar en este blog. Se trata de las peñas folkloricas. En ellas todo club de niños representaba números gauchescos o autóctonos según su parecer. Foto 1: Pia Pecora, Romina Belinky, Evangelina Ibarra, yo, y Laura Fernandez.

La diferencia entre las peñas y los actos comunes radicaba principalmente en que no había escenario alguno, chicos, grandes y algún que otro perro se mezclaban entre las mesas del tinglado.

Se comía y se bebía, empanadas y vino, y los chicos bailaban (bailábamos) entre las mesas, en un claro en medio del lugar. Foto 2: Mis padres, mi hermano Cesar y Teresita Rolando (mama de Guillermo y Gabriela).

Se comenzaba por la zamba y la chacarera, aunque muchos no podíamos ni podemos diferenciar una de la otra, ni casi ningún ritmo, en realidad, lo mas divertido era decir "adeeentro", con una que casi se perdía mientras arrancábamos siguiendo instrucciones.

El vestuario también era bastante mas simple que en los actos, una camisa blanca y la pollera hecha para la ocasión, eso si, no podían faltar las trenzas. Las chicas solo teníamos dos ocasiones para peinarnos así, las peñas, y los torneos de gimnasia para los que nos preparábamos todo el año. Foto 3: yo, Romina Belinky, Erica Herrera, Cesar Cappa, Gaby Rolando, Monica Herrera, y Victoria Cappa.

Pronto la peña se fue agotando y los profesores comenzaron a buscar otros números para diversión de padres y parientes varios, y así llego el baile de los coyas. Hoy, un cuarto de siglo después de haberlo presentado debo confirmar que nunca vi ninguno similar y comienzo a sospechar que siempre fue un invento de los profes (tuyo Lili?) para entretenernos un rato. Paso a describir:

Se trataba de un palo alrededor del cual estábamos nosotras, las supuestas coyas, con infaltables ojotas y claro, trenzas. Los varones usaban gorro de lana como caracterización principal. Foto 4: Diego Horton, Hernan Lopez y Sebastian Belinky.

Cada uno tenia en su mano una cinta de color, y empezábamos a girar en un sentido y luego en otro, haciendo zig-zag entre nosotros mismos, esquivándonos una y otra vez. La idea era que las cintas de colores atadas al palo armaban un dibujo cuanto menos vistoso.

Pero a la hora del ensayo no había palos ni cintas así que la cosa se parecía bastante a un grupo de chicos haciendo la ronda y pensando que este acto si, iba a ser un papelón. Pero llegado el día como por arte de magia aparecían las cintas y todos los movimientos que habíamos creído inútiles se convertían en un numero vistoso y bastante cuidado, hasta que llegaba la hora
de deshacer la madeja y todo era risa entre el polvo y los nudos. Fotos 5&6: Para que vean que no estoy inventando.


Por lo menos, así lo recuerdo yo. Saludos, Laura...